jueves, 4 de noviembre de 2010

Y los Medios de difusión...¿de quién son?

Están los legales: que son privados “como todo lo legal”.
Convengamos que las leyes son redactadas por los dueños del poder mediante sus representantes: los legisladores. Estas prevén las formas de elegir a los representantes, mantener sometidos a los trabajadores y determinan los marcos que debe respetar la protesta social para la “gobernabilidad” (léase: alejar el peligro de la pérdida del poder). Así tenemos a los gremios corporativos y burocráticos, uno por actividad y dispuestos a no permitir a los trabajadores trasponer la línea de la gobernabilidad, utilizando la patota y el crimen si es necesario.
Las leyes le aseguran al sector el enriquecimiento, los mecanismos para mantenerlos y multiplicarlos, y el capital para las campañas electorales, la difusión de sus propuestas (que nunca cumplen), el ocultamiento de la realidad, la coima a su corte de profesionales (abogados, periodistas, gremialistas burócratas, funcionarios del estado…), el avance tecnológico para maximizar las ganancias del mercado, etc.
¿Y los medios de difusión?... Se encargan de crear en la gente una imagen ficticia de la realidad y de ocultar y desformar lo que ocurre, para asegurar la “gobernabilidad”.
Transforma a quienes los poseen, en los “dueños de la verdad”, de la tierra y las aguas, del subsuelo y las riquezas que contienen, de las maquinarias que les permiten explotarlas con fines de lucro, del resto de los hombres y su mano de obra y de todo lo que existe, se crea y se creará…Por ello se dice que “quien controla los medios tiene el poder”.
En los períodos democráticos, otros sectores buscan acceder a ellos para competir por el control político-económico del país, situación que desata la furia de los que tienen el poder de la información en sus manos. Vemos hoy como buscan argucias “legales” para evitar la implementación de la “ley de Medios”. Cuando las democracias tienen un carácter más popular, la desesperación es mayor y pueden llegar a extremos como en la última dictadura.

Están los ilegales: Que no son permitidos por el establishment, porque es la voz de los marginados del sistema, de los que no tienen un pedazo de tierra, ni el capital necesario para ningún tipo de emprendimiento económico, político, cultural, y menos aún para tener un diario, radio o canal televisivo “legal”.
Son los que llevan la voz de los silenciados, los que a pesar de producir grandes riquezas no tienen vivienda digna, salud, alimento, ni posibilidad de adquirir el conocimiento de la humanidad, muchos de los cuales estuvieron en las calles del país despidiendo a Néstor Kirchner y mostrando que nada es como los medios hegemónicos dicen.
Son los que expresan las injusticias del sistema en las protestas y reclamos callejeros, en las paredes de las ciudades, en los comedores populares (muestra fehaciente de la destrucción de la familia), en los cortes de rutas, en las tomas de edificios de todo tipo…mediante leyendas escritas con pintura barata sobre papel o paredes, en pancartas, carteles, pasacalles, murales, volantes, etc, o simplemente con la “voz” (único instrumento económico y al alcance de los que padecen la explotación).
Todos estos mecanismos de expresión de la protesta popular son considerados por los que detentan el poder como formas ilegales (ilegítimas), perturbadoras del orden, desestabilizadoras,…, y mediante los medios “legales” desarrollan la tarea de ocultamiento, judicialización y desprestigio de la protesta, para que la comunidad la repudie y les permita justificar la represión contra quienes protestan. Así los diarios y revistas, las radios y la TV, donde podemos ver y escuchar sólo a aquellos que defienden los intereses de quienes manejan el poder, logran el aval de la población, ya domesticada mediante el sistema educativo y el miedo.
Por todo esto, cada sector que llega al gobierno busca controlar los medios de difusión y la educación. Determinar, desde los sectores populares, sus intereses en busca de la liberación económico-social pasa indefectiblemente por tomar el control de los medios de difusión superando toda la resistencia de quienes los ostentan.

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